LEÓN DAVID Y EL LENGUAJE DE LA POESÍA
Desde hace mucho tiempo el poeta León David reflexiona sobre el lenguaje de la poesía. El tema es reiterado en nuestra cultura. Pedro Mir reflexionó sobre la poesía y la lingüística; Diógenes Céspedes, sobre el lenguaje y la poesía en Santo Domingo en el siglo XX y Joaquín Balaguer, en Yo y mis condiscípulos, también trabajó la relación de la poesía y el lenguaje desde la perspectiva ética, pues sostengo que en éste lo ético domina el discurso sobre lo poético. Para Pedro Mir, cuyas cavilaciones ocuparon sus últimos días, era problemático la

intromisión de la lingüística en la poesía, y con esto mantenía una guerra silenciosa con las posturas poéticas que ha defendido Diógenes Céspedes. El lapicida de los ojos morados es, tal vez, el esfuerzo intelectual más acabado de esas contradicciones que protagonizaron los profesores de Estética de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y que inician a mediados de los años setenta.
Es notable hablar del lenguaje de la poesía, pues la poesía tiene su propio lenguaje. Así que no es que el lenguaje sea poético, sino que el artificio poético lleva el lenguaje a un grado de creación en el que la lengua crea su propio lenguaje. Tengamos en cuenta que la lengua es un sistema de signos y que su principal función es la comunicación. Ahora bien, en la poesía estos signos van más allá de la mera comunicación. Y esto es lo que dice León David, que el lenguaje poético es un lenguaje distinto al lenguaje cotidiano. Al lenguaje en su función comunicativa. Y más, plantea que el lenguaje poético está dado en un entramado donde participan una serie de elementos, como el símbolo, pero que lo poético no se reducen al símbolo. Por el contrario, lo simbólico es parte del lenguaje poético. Es cierto que ciertas tendencias estéticas en la historia de la poesía han dado una primacía a la metáfora, pero el lenguaje poético se vale del símbolo. Estoy recordando mis lecturas de Pedro Mir. Lo que plantea León David es que el símbolo no es el único constituyente de de ese lenguaje de la poesía. Yo recuerdo también a Roland Barthes, quien señala el poder de la metáfora para crear lo nuevo. Como para fundar el Ser, en el caso de Heiddeger.
No hay que confundir la retórica con la poesía, a pesar de la poesía se vale de ella. De hecho, la intromisión de la retórica en la poesía es posterior al nacimiento de la poesía misma, aunque algún lector no avezado considere que la poesía es retórica o que lo retórico es imprescindible a la poesía. Los movimientos literarios han tenido una cierta pendulación sobre este asunto. La poesía postumista en Santo Domingo, por ejemplo, es una reacción a la fuerza que tenía la retórica en la poesía modernista. Así que estamos de acuerdo en que la poesía no puede reducirse a sus elementos retóricos, que no se reduce, cabe señalar, a los adornos. Pero los elementos retóricos son integrantes del ritmo poético.
En suma, el lenguaje poético no puede ser reducido ni al símbolo, es decir a la metáfora, ni a la retórica. El otro asunto, es que la poesía es un conocimiento del mundo. Cierto, la poesía, como todo arte, es un conocimiento humanístico. Ella nos permite ver los nombres del hombre, los trabajos y sus días. De ahí que exista una manera de conocer asociada a la poesía. Ahora bien, ¿qué tipo de conocimiento nos plantea la poesía? Algunos dirían, en forma clásica, que la poesía nos plantea un conocimiento espiritual. Podríamos pasar de Hegel a Croce, buscar la importancia del arte como expresión, como intuición del mundo. O podemos polarizar la relación aristotélica entre el hombre racional y la irracionalidad freudiana. La poesía no está dominada por la razón, en ella, como en todo hombre, juegan el sentido racional y el irracional. Creo, que de acuerdo a las épocas, la poesía ha tendido a ser más racional o más o menos irracional. Esta contradicción está dada por el sentido. Hay una manera de decir que corre unida a una época. Podríamos agregar que la poesía épica es más racional que la poesía surrealista, o que esos son los dos polos en los que se mueve la idea de la relación entre la razón y la poesía.
Lo que defiende León David, en su lucha contra el irracionalismo poético, es que la poesía, si es un conocimiento, no puede ser un conocimiento sin valor racional. De ahí que todo poema, para ser una obra trascendente, tiene que tener los nervios de las ideas. Las ideas residen en la razón, no en el irracionalismo. Por esto León David se sitúa en una postura neoclásica. No puede postular una poesía dedicada a la sinrazón o al irracionalismo. Aunque no niega el irracionalismo en la expresión poética. Su postura neoclásica lo lleva a defender la modernidad literaria frente a las vanguardias. Y esto, pues podría historiarse. Ahora apelo a Carlos Bousoño, quien dedicó una monografía al irracionalismo poético. Para el distinguido crítico español, el irracionalismo poético lo inicia Baudelaire y lo continúan las vanguardias literarias.
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