lunes, 22 de septiembre de 2008

Andrés L. Mateo, Errancia y creación

La errancia intelectual de Pedro Henríquez Ureña


En la iconografía duartista existe una pintura, ya canónica por la reiteración de su presencia en el marco de las festividades de la República. Es un óleo del pintor fundador de nuestra plástica, Luis Desangles. En esta obra, en la que dialogan el origen de la nación con el origen de la actividad artística, se puede ver a Juan Pablo Duarte sentado en un peñón solitario, oteando la patria lejana que se simboliza mediante la imagen de la Puerta del Conde, monumento en el que se instala la bandera nacional.
Esta obra, por razones que no puedo explicar, me ha acompañado durante los años de mi exilio literario o económico, como prefieren algunos; pero un somero análisis de este icono nacional nos remite al destino de nuestra República de las letras, que es en fin de cuentas, la República de nuestros sueños. El padre de la Patria mira desde la distancia a su criatura, en medio de ella está el mar anchuroso y casi violento de los caribes. La mirada patriótica es la visión del poeta exiliado, el primero expulsado, cuán designio platónico, de la misma República que él fundara.
Un dominicano en otro espacio, en un lugar que no era el de la utopía sino una heterotopía. El peñón solitario, la distancia de la patria-tierra, el mar como frontera, los símbolos desdibujados, casi perdidos en la noche, podrían constituirse en metáforas de una realidad dominicana que hoy es nuestro destino; en tropos que son también el camino que muchos están obligados a andar y desandar.

(Véase, Miguel Ángel Fornerín: Ensayos sobre literatura puertorriqueña y dominicana. Santo Domingo: Ferilibro, 2004).

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