lunes, 22 de septiembre de 2008

Pedro Mir


Historia y literatura en Cuando amaban las tierras comuneras.


Esta obra de Pedro Mir parece un esfuerzo intelectual del autor por participar de la gran oleada de novelas que, con suficiente éxito, se publicaron desde la década del sesenta en todo el continente y parte de Europa. Mir había expresado a la prensa de su país su decisión de escribir novelas. Argumentó que éste era el género del futuro. Se dirigió a los jóvenes, incentivándolos a producir en ese género. Había expresado anteriormente que no tenía dotes de narrador.

Cuatro años antes de publicar esta novela, Mir decía en una entrevista concedida a Guillermo Piñas Contreras: “La novela es un género de análisis: toma un pequeño aspecto de la realidad y lo desmenuza en pequeños fragmentos. Esto se puede ver en cualquier novelista, el deleite prolongado de describir un acontecimiento minúsculo que puede llevarse decenas de páginas.”[1] No hay la

 menor duda que en esta teoría de lo que es la novela y de lo que ésta debe ser, Pedro Mir se adscribe a la novela realista. La relación entre la escritura y el reflejo de la realidad es bien clara. Cuando Mir enuncia esos principios, ya la novelística ha pasado por unos procesos creativos donde la escritura se dirige a crear la realidad de la propia novela. No es “la novela de aventura sino la aventura de la novela”, como señalara Céspedes en uno de sus estudios. El ritmo de la novela y el ritmo de la poesía son diferentes por la tensión en que es puesto el sentido en cada una de ellas. Hoy las barreras entre la poesía y la prosa se reduce más y más por el trabajo que con el sentido de la escritura realiza el su

jeto escritor, como demostraremos en la práctica de la novela que realiza Pedro Mir. Tiempo y espacio son dos categorías que pueden ser introducidas dentro del análisis de la novela, pero dentro de una dialéctica del sentido. Cuando trabajamos el espacio‑página y el tiempo novelístico, nos encontramos con una realidad extraliteraria y una puramente literaria. Para una crítica materialista del lenguaje, esta relación revela una importancia capital. El gran ausente en esta teoría que esboza Mir es el lenguaje. Éste es la materia prima de la escritura, en él y por él se realiza la tensión histórica que es la escritura.

Cuando Mir teoriza la novela como el relato detallado, minucioso de la realidad, se está refiriendo a la novela precursora de la novelística actual. Ésta fue analizada desde su perspectiva metafísica por José Ortega y Gasset. Pero la novela no puede reducirse al relato o a la dramatización, pues éstos son parte de una serie de elementos significantes. Antes de Mir enunciar estas ideas sobre la novela, había demostrado su carácter de narrador y en cierto sentido de novelista en sus obras históricas. Como el objetivo de Mir al trabajar la historia es el rescate del tiempo histórico, el relato es la forma más adecuada para acercar el sentido de un texto al sentido de la realidad. A menudo, los escritores realizan mejor teoría cuando escriben que cuando teorizan. A continuación vamos a plantear la teoría que sobre la novela tiene este escritor a través de su propio trabajo novelístico. 

 

Estructura y sentido histórico. Todo lo que está en la obra es parte de su sentido. El campo semántico que la obra crea se debe al carácter del lenguaje que en ella está trabajado con una intención simbólica. El simbolismo expande su significado y lo hace cada vez menos racionalizable y reducible a cualquier situación real e histórica. Este sentido de la escritura la hace transhistórica, transocial y transideológica, como bien se ha establecido.[2]

            El ritmo como significante mayor organiza todo el sentido de la escritura. En Noción de período en la historia dominicana de Mir hay muchos elementos que se convierten en sentido de ella por la forma y la reiteración con que, el autor los trabaja. El autor ha organizado su trabajo de manera que al terminar cada apartado, coloca unos versos de Antonio Machado. Estos versos tienen un valor importante en la obra porque hay una constancia de sentidos dialogantes que vienen a actuar de forma paralela y nueva en su sentido. Una cita de Diderot al iniciar el libro, remite al sentido de la obra: “¿Quieres conocer la historia de todos nuestros sinsabores?” Se podrá llegar a conocer algo a través de la obra. Ya hemos aceptado que no se conoce nada a través de la obra porque ella no es conocimiento, sino semantismo infinito del trabajo que realiza un sujeto con el lenguaje en contra o a favor de las ideologías de unas épocas.

            El tiempo es parte fundamental del sentido. El autor introduce lo temporal para dar constancia al sentido del texto. Al principio, aparece con una acción detenida que dura 40 segundos, y éstos dan la base para una descripción y acontecimiento que no pasan en el tiempo del texto. Romanita frente al vertedero a punto de lanzar el paquete se convierte en una acción simbólica detenida y que el autor va a retomar en otros espacios textuales. Además, en torno a la concepción cíclica que tiene Mir sobre la historia, el tiempo significa que la historia se repite como ha señalado Vico, pero con la salvedad de que esa repetición se da en un estadio superior de su desarrollo. En el texto Mir trabaja la historia en su repetición de lo “real” a “lo histórico” y de éste a lo recuperable.

Señala el yo narrador de la novela que: “si es verdad que la historia se repite aunque sea en un grado superior de desarrollo entonces el viejo además de un viejo viene a ser un depósito maravilloso de repeticiones de la historia y una especie de fuente donde beber no solamente el pasado sino también el porvenir puesto que ese pasado habrá de repetirse”.[3] El tiempo histórico está trabajado en el texto, así como también el tiempo del texto y la teoría de la Historia. Cada uno forma parte del sentido de la obra que se dirige al sentido de la historia. Sin embargo, esta dirección es utópica, ya que el tiempo histórico es irrecuperable. Sólo nos queda el valor dado por los sujetos a esa historia. Por lo tanto, toda búsqueda se queda en el discurso, en la ideología, en el terreno de los relatos.


[1] Piña Contreras, Guillermo. Doce en la literatura dominicana. Santiago de los Caballeros: Universidad Católica Madre y Maestra, 1981.

[2] Céspedes, Diógenes. Estudios sobre literatura e ideología. San Pedro de Macorís: Universidad Central del Este, 1983.

[3] Mir, Pedro. Cuando amaban las tierras comuneras. México: Siglo XXI, 1978, pág. 282.

(Véase, Miguel Ángel Fornerín: Ensayos sobre literatura puertorriqueña y dominicana. Santo Domingo: Ferilibro, 2004).

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